La ansiedad no se cura, de hecho, aunque se pudiese curar, no se debería hacer. La razón es que la ansiedad es necesaria, nos ayudar a sobrevivir y lo ha hecho desde que andamos por este planeta. Eso que llamamos ansiedad es una emoción que nos ha salvado la vida como especie durante siglos.
Imagina la siguiente escena: retrocedamos unos cientos de miles de años cuando vivíamos en las cavernas. Una mañana sale a cazar la comida un cazador.
Avanza sigiloso por el bosque cuando sin esperarlo es acechado por un animal depredador y el cazador corre el peligro de ser cazado.
Quizás puedas imaginarte como reaccionará nuestro protagonista de las cavernas; su corazón se acelera, su respiración se hace más corta y rápida, corre sudor por su piel. Es hora de decidir que hacer, y solo hay dos opciones: luchar o salir corriendo.
Si nuestro cazador tuviese que decidir conscientemente que hacer, evaluar pros y contras, pensar que sucederá si toma cada una de las opciones…ya se lo habrían comido. Por ello, a esas alturas de nuestra historia ya habíamos desarrollado un mecanismo de defensa y toma de decisión altamente eficaz: nuestro inconsciente, esa parte de nuestra mente que toma decisiones por nosotros basándose en estímulos que no son filtrados por nuestra mente consciente, es decir, no son analizados racionalmente.
Es más, es nuestra mente inconsciente, a través del sistema nervioso autónomo simpático “se da la orden” de que se produzcan ciertos cambios a nivel físico (aceleración del corazón, sudoración, aumento de la respiración…) para preparar al cazador para la lucha o la huida y tomar dicha decisión inconscientemente.
Este mecanismo nos ha salvado la vida como especie en muchas ocasiones y nos ha ayudado a sobrevivir y a llegar a donde estamos hoy. Ciertamente, nos ha sido muy útil, sobre todo cuando vivíamos en las cavernas. Hoy en día encontrarnos con ese depredador en la calle, en la oficina o en un atasco es altamente improbable, ¿no es así?. Lo curioso es que nuestro cuerpo sigue reaccionando de esa misma manera cuando aparentemente no hay ninguna amenaza cerca, eso es lo que llamamos un ataque de ansiedad.
Ahora no entraremos en el porqué se produce ese ataque de ansiedad, simplemente diremos que nuestro cuerpo reacciona exageradamente a algo que no está ahí o a algo que no nos supone un peligro. Es una reacción muy parecida a una alergia, en la que nuestro cuerpo reacciona ante un elemento del ambiente exageradamente como si fuese algo dañino cuando en realidad no lo es.
¿Hay solución?
Los ataques de ansiedad son un mal cada vez más extendido en nuestra sociedad y nos impiden llevar una vida plena y feliz tal y como quisiéramos. Lo cierto, es que la ansiedad es necesaria, pero dentro de unos niveles. Si esa ansiedad es demasiado alta o se prolonga durante el tiempo puede dar lugar a ese llamado ataque de ansiedad que puede, con el tiempo, desembocar en problemas más graves como la agorafobia.
Nadie querría “curarse” la alegría, o la tristeza, o incluso la ira (si, todos necesitamos enfadarnos de vez en cuando, es sano), todas las emociones son necesarias, en su justa medida. Cuando una de ellas de descontrola o se prolonga más tiempo del necesario, nos causa problemas; y que es entonces cuando perdemos el control. Con la ansiedad pasa lo mismo, todos estamos expuestos a ella aunque no nos demos cuenta, pero está bajo control. Los problemas surgen cuando se descontrola.
La buena noticia es que la ansiedad puede entenderse y puede controlarse, hasta el punto en el que no supone un problema, sino una ayuda para entendernos y conocernos mejor.
Y es aquí donde la hipnosis puede ayudarnos. En muy pocas sesiones puedes volver a recobrar tu vida. Puedes volver a tener el control y vivir sin ataduras y sintiéndote bien contigo mism@ y con tu entorno.
¿No crees que valdría la pena cambiar aquello que te ata?
¿Cuándo quieres empezar a solucionarlo?